En la vida de toda persona llega un momento donde
toca recapitular. En los inicios del año 2015 sentí que había llegado ese
momento para mí con respecto al folclore canario y mi paso por él. Nadie
mejor que yo misma para escribir mi historia vinculada a la pasión que me ha
mantenido viva durante tantos años. Inicio hoy la recopilación de los gratificantes
momentos vividos en torno a la tradición canaria pretendiendo sólo que el
conocer esta historia sirva de revulsivo para aquellas personas que sienten
brotar en ellos una ilusión y no se atreven a llevarla a cabo por miedo al
fracaso o a no valer para ello.
Este es el año en que me retiro profesionalmente de
los bailes tradicionales canarios como medio de vida y devoción. Algo que quizá
no interese a mucha gente pero que a mi me apetece compartir.
Esta ha sido mi vida en el folclore canario...
Música... Y a bailar.
Como nace una pasión
Soy agachera de corazón aunque no lo sea por
nacimiento. En Agache están mis raíces y mis ramas, si a algún lugar me sentí siempre
vinculada fue a la tierra de mis antepasados. En El Escobonal he plantado
árboles, he escrito libros y he educado hijos, en ese pueblo está la mejor
parte de mi vida y en ese pueblo nació mi pasión por el folclore.
Mucha gente piensa que dicha pasión es debida a
herencia familiar, nada más lejos de la realidad, lo cierto es que en mi casa
nunca se escuchó folclore, salvo que mi madre se arrancase con alguna isa o
folía, y a mi jamás me interesó especialmente, el único nexo de unión entre
este género musical canario y yo era que algunas amigas de mi juventud
pertenecían a la Rondalla El Escobonal y crecí viéndolas disfrutar de sus
ensayos, actuaciones, etc. y escuchándolas hablar continuamente de
"SU" folclore con la mayor ilusión del mundo, aunque para mi todo
aquello sonaba a chino.
Con el tiempo, ya en mis años adultos, pensé
que era una lástima que tantas vivencias no quedasen reflejadas en una
publicación dedicada en exclusiva a ellos, y de alguna forma me sentí
"obligada" a ser yo quien dedicase tiempo a recopilar aquella parte
de la historia escobonalera y plasmarlo en un libro, pensé que se lo debía a
mis amigas, pero sobre todo al pueblo de mis antepasados.
Recorrí las casas del pueblo donde sabía que, en su
momento, había habido alguien vinculado al folclore agachero y a su ejecución o
transmisión. Creo haber entrevistado más de un centenar de personas, lástima
que por entonces no disponía de medios con los que dejar plasmados esos
encuentros y mi investigación y recopilación quedase sólo recogida en una
libreta de apuntes. Sus vivencias me hicieron conocer todos los entresijos de
un grupo folclórico, además de transmitirme los datos necesarios para contar su
historia. Fueron dos años de intenso trabajo que me llevaron a conocer la
esencia misma del folclore canario. Corrían los años noventa.
Los dirigentes del Tagoror cultural de Agache
tuvieron noticias de mi trabajo, (qué será lo que no se sepa en un pueblo
pequeño) y una vez concluido el mismo me ayudaron económicamente a publicarlo,
junto a una pequeña aportación del Ayuntamiento de Güímar y Tupperware, empresa
a la que había estado vinculada profesionalmente hasta poco antes. Se
imprimieron únicamente 500 ejemplares, dado el escaso presupuesto con el que
contábamos, los cuales fueron vistos y no vistos en el ámbito folclórico de la
zona.
En la biblioteca del Tagoror queda a día de hoy una
copia y otra está en mi poder, además de los ejemplares que entregué en su
momento a las bibliotecas municipales de Santa Cruz. Como información para los
que aún pudieran estar interesados en “AGACHEROS, 60 años de folclore”, que
lleva muchos años agotado en librerías, el mismo se reeditaría años más tarde
como libro digital en la página de folclore canario bienmesabe.org.
Pero lo importante ahora es dejar constancia aquí
de lo fundamental de este trabajo para mí, dado que él fue el artífice de que
la semilla que dejaron en mis oídos tantas y tantas personas despertasen mi
interés por un mundo casi desconocido hasta ese momento.
“AGACHEROS, 60 años de folclore” contiene la
historia de las agrupaciones de la comarca de Agache, en el municipio de
Güímar, hasta la fecha de su publicación, 1997, contada por sus protagonistas,
aunque me consta que algunos se sienten heridos porque la versión que me
contaron en su momento al ser transferida por mi en este libro no se ajusta
estrictamente a lo que ellos me dijeron, evidentemente una historia contada por
decenas de personas nunca es exactamente igual, y bajo mi criterio elegí las
versiones de cada anécdota o dato en la que coincidían la mayoría de los
entrevistados. En sus páginas conocerán la trayectoria del grupo más antiguo de
la zona, la Rondalla El Escobonal, además de la Rondalla infantil del mismo
pueblo, la de la Agrupación folclórica Aires de Agache, de La Medida, el
quinteto Los 5 de Agache, la Agrupación folclórica Atenguajos de El Tablado, y
como no podía ser menos la de las Danzas de cintas de la zona.
La publicación fue arropada y mimada por todos en
cuanto se tuvo conocimiento de ese proyecto, por lo que cuenta con un magnífico
y extenso prólogo de don Octavio Rodríguez Delgado, catedrático de la
Universidad de La Laguna, cronista oficial del municipio de Güímar e
historiador, y las ilustraciones y diseño de la portada de Juan Ángel García
Yanes, por entonces un excelente estudiante de Bellas Artes, ambos oriundos de
El Escobonal.
El prólogo
comienza así: “Constituye para mí una nueva experiencia escribir sobre
Agache en un libro del que no soy autor. Pero si cabe mi satisfacción es aún
mayor, pues no sólo tomo la pluma para celebrar el nacimiento de un libro,
escrito sobre uno de los temas más significativos de la personalidad de esta
Comarca, su folclore, sino que lo ha hecho una paisana y amiga, la escobonalera
Luisa Chico Pérez.
Hace tan
sólo un año tuve la oportunidad de presentar en la plaza de San José de El
Escobonal, con motivo de las Fiestas Patronales, la primera novela de Luisa.
Ahora me ha invitado a prologar este interesante trabajo de investigación y no
me he podido negar por tres motivos principales: en primer lugar por la autora,
a la que aprecio y admiro por su enorme capacidad de trabajo; en segundo lugar
por el lugar estudiado, la Comarca de Agache, en la que he nacido y a la que he
dedicado los mejores años de mi vida, tanto en la actividad pública como
intelectual; y en tercer lugar por el tema abordado, el folclore tradicional,
al que me unen estrechos vínculos familiares…”
Dediqué éste, mi primer libro de folclore canario,
a mi madre y a mi hijo; a ella porque en su voz escuché los primeros aires
canarios, y a él porque en el año de la publicación era miembro de la
agrupación folclórica Atenguajos de El Tablado, donde tocaba las púas. La
dedicatoria rezaba así: “Dedicado a
mi madre, por haber sembrado en mí la semilla del folclore y el amor por su
tierra. Y a mi hijo Eduardo, porque en su corazón ha germinado dicha semilla,
para que aprenda a valorarla y conservarla”.
La presentación del libro se hizo en el Restaurante
El Centenero, en el transcurso de una cena que reunió en La Laguna a cientos de
agacheros que vibraron al unísono conmigo ante aquel “parto” ansiosamente
esperado por todos los que compartíamos las emociones esa noche. Las
actuaciones musicales de los tres grupos, que en aquel año seguían en
activo: Rondalla El Escobonal, Aires de Agache y Atenguajos, llenó los ojos,
oídos y venas de los asistentes de folclore y canariedad agachera, y más de una
lágrima rodó incontrolable al escuchar el sonido del pito y el tambor de Elena
Bethencourt, la más joven tamborilera de Agache, o las voces de los solistas de
dichas rondallas que iban cantando a capela las coplas alusivas a Agache,
compuestas por mi para tal evento, mientras se levantaban de la mesa donde
habían cenado para ir a reunirse con los compañeros sobre el escenario desde el
que les llamaba el bucio de Gonzalo Yánez.
"Agacheros"
Hoy la voz del agachero
se alza sobre los volcanes,
desde todos los senderos
de la comarca de agache.
Van enlazando sonidos
del folclore que nos une,
desde Anocheza a Chimaje,
desde el mirador al túnel.
Trenzan folías, berlinas,
polkas, isas, tajarastes,
los pies de los bailadores,
las faldas surcando el aire.
Sí en cualquier rincón canario
escuchas una berlina,
es la voz de un agachero
que a su pueblo nunca olvida.
Hoy es un día de fiesta,
el folclore va creciendo,
danzas de cintas, rondallas,
que perduran en el tiempo.
Alcemos copas de vino,
para brindar por un pueblo,
que avanza por el camino,
respetando a sus ancestros.
Años más tarde dichos versos serían versionados
por Los Huaracheros quedando recogidos para la historia de Güímar como el himno
de Agache.
http://youtu.be/R-Di_j98NvA
En el año 2011 la revista de folclore canario
bienmesabe.org se puso en contacto conmigo con la propuesta de reeditar este
libro en formato virtual y no lo dudé un momento, mi respuesta fue afirmativa y
accedí gustosa a esa segunda edición desinteresada para la página que me honra
publicando mis escritos con frecuencia. Además con el paso del tiempo mi nombre
ha ido, cada vez más, siendo asociado al folclore de mi tierra y mucha gente me
pedía un ejemplar de ese libro sin poder atender su deseo como hubiera sido mi
gusto, ahora está colgado en la red para que la historia del folclore de Agache
no se pierda nunca. "Agacheros" será uno de mis legados principales a
mi tierra y mi gente.
Mis primeros pasos en el folclore canario
Las mil vivencias compartidas en el transcurso de
mi investigación sobre la historia del folclore en Agache dejaron huella en mi
memoria y despertaron un enorme interés por ser parte de un mundo que acababa
de descubrir pletórico de raíces ancestrales, alegría, sensaciones, música,
bailes…
Mi tristeza era que al no haber estado vinculada directamente
a ese mundo no sabía desenvolverme en ninguno de sus apartados: toque, canto o
baile, pero la semillita del interés se plantó en mi cabeza y lancé mi mensaje
al Universo. Su respuesta me llegó el verano siguiente al establecerse un curso
de cuerda en la Asociación de vecinos de El
Santiago Manuel Frías (Lolo el capitán), me invitase una tarde a colaborar con unas clases de baile que iba a impartir para unos componentes nuevos de la Rondalla El Escobonal, ya que necesitaba un par de chicas puesto que el grupo de aprendices lo componían tres bailadores y una bailadora. Nunca tendré palabras suficientes para agradecer al amigo Lolo ese ofrecimiento, pues el mismo me ayudaría a iniciar un largo y fructífero paseo por los senderos del folclore canario.
En dicha asociación de vecinos di mis primeros pasos
de baile canario gracias a la generosidad de el capitán, quien una vez finalizado el aprendizaje básico de los
componentes de la rondalla “El Escobonal” propuso crear nosotros mismos un nuevo
grupo de baile para seguir aprendiendo, aunque solo fuese por entretener las
largas tardes estivales a la orilla del mar y quizá, en un futuro, poder formar
un nuevo grupo folclórico en la zona. Accedimos encantadas y animamos a unos
cuantos amigos a participar. Allí y así se comenzó a forjar la historia de
Atenguajos, y allí y así comenzó también mi historia directa con el folclore canario.
Dos años más tarde, La Agrupación folclórica
Atenguajos vería la luz en el litoral de Agache, el 14 de septiembre de
1995, debutando en las Fiestas Patronales de San Carlos de El Tablado, entre
sus filas una bailadora… Luisa Chico.
Durante los primeros años de vida de Atenguajos
formé parte del grupo, junto a mi marido, mi hijo y mis amigos, ejerciendo
incluso en los últimos tiempos como subdirectora del mismo por deferencia del
director de baile que había en aquellos momentos, Diego Felipe, mi segundo
maestro.
Las mil vivencias compartidas con los compañeros de
Atenguajos quedarán por siempre impresas en mis mejores recuerdos.
La Escuela de etnografía y folclore de Santa Cruz de
Tenerife
La Escuela de etnografía y folclore de Santa Cruz
de Tenerife sería la que impulsara mi vida definitivamente dentro del marco del
folclore canario, y más concretamente una persona, su profesor de baile por
aquel entonces (en la última década del siglo XX) Diego Manuel Felipe
Hernández, excelente profesor y mejor amigo.
La primera noticia que tuve de que existiera esa
escuela me la dio una compañera del grupo Atenguajos, Blanca Gómez, quien
asistía a ella desde hacia tiempo aprendiendo a tocar la guitarra. Por aquel
entonces yo pasaba por uno de los peores momentos de mi vida, los problemas
laborales me habían sumergido en una depresión de la que no era capaz de salir
y a Blanca, conocedora de ellos, se le ocurrió sugerirme que fuese por allí a
seguir ampliando mis conocimientos en lo referente a los bailes, que era lo que
a mi me gustaba, asegurando que tener una actividad nueva y gratificante me
ayudaría mucho a salir de todo eso. Deseosa de hacer algo diferente que me
sacara de mi apatía pasé, junto a mi amiga Ely, por la Escuela y hablamos con
el profesor de baile. Corría el mes de marzo de 1996 y el curso ya estaba
avanzado, por lo que no se admitían matriculas, pero Diego nos permitió asistir
como oyentes a las clases que quedaban hasta el mes de junio, y eso hicimos.
Durante los siguientes años la sede de la Escuela
de folclore, ubicada en el Barrio de salud alto, fue mi segundo hogar. Allí iba
cada tarde gracias a la generosidad de Diego Felipe, con quien enseguida hice
amistad, quien me permitía asistir a los cuatro cursos o niveles como alumna,
oyente o colaboradora. De él sería también la idea de que yo me preparase para
ser monitora. Recuerdo que el día que me lo dijo por primera vez me dio un
ataque de risa, dudaba mucho que yo valiera para ello puesto que no creía tener
la paciencia necesaria para impartir esas clases, pero él siguió insistiendo y
ofreciéndose a prepararme, por lo que al curso siguiente acepté y comencé a
seguir rigurosamente sus instrucciones. ¡Bendita la hora en que lo hice! Porque
esa sería la solución a mis problemas laborales en los años siguientes.
Asistí como alumna de baile a la Escuela de etnografía
y folclore de Santa Cruz de Tenerife durante cinco maravillosos años en los que
me reencontré conmigo misma y aprendí una nueva forma de ganarme la vida. Allí
conocí personas, que muy pronto se abrieron camino entre los grupos de la isla,
y con los que compartí momentos muy gratificantes que fueron cerrando mis
heridas y curando mi alma.
¡Cuántas personas vi llegar en esos años con el
mismo perfil de ojos tristes que yo y salir de allí tiempo después con el ánimo
renovado! Si nuestros gobernantes fuesen concientes de eso jamás habrían
permitido que la Escuela cerrase sus puertas años más tarde.

Pero lo más importante es que allí conocí a Diego
Felipe, un ser humano que ama el folclore canario por encima de todo y que supo
abrir mi mente y mis sentidos a él con la mayor de las generosidades. Con los
años y la convivencia de cada tarde nació entre nosotros una amistad más allá
de intereses u obligaciones. Aprendí de él no solo a bailar, a dirigir un
grupo, a ser generosa con cuantos se acercaban a nosotros buscando conocimientos,
a tener paciencia con los alumnos, etc., sino también a amar, respetar y
divulgar nuestras costumbres más allá de lo que nos obligaba nuestra profesión.
Diego Felipe, mi maestro, mi mentor, pero sobre
todo mi amigo. A él y a su paciencia le debo todo lo que he llegado a ser en el
folclore canario. A su lado he ido avanzando por los senderos isleños
empapándome de canariedad. Juntos realizamos una investigación sobre los bailes
de nuestra tierra que nos llevó a visitar todas y cada una de las islas y que
quedaría reflejada en la publicación del libro que escribimos conjuntamente: “Nuestros
bailes paso a paso”, un material didáctico que en el momento que decidimos
crearlo consideramos, él como profesor y yo por entonces como alumna suya, que
era necesario como complemento de las clases que impartía. En diciembre del
2009 ese libro vería la luz por fin y pudimos descansar sabiendo que
devolvíamos al pueblo canario parte de los conocimientos que sus
folcloristas habían tenido a bien compartir con nosotros y por los que siempre
les estaríamos agradecidos.
La publicación de ese libro sirvió también para
acallar las voces que se levantaron en su momento llamándome oportunista y
viendo en mi amistad con Diego un simple intento de crecer a su sombra y
aprovecharme de sus conocimientos sin más. A Dios gracias el tiempo, los
hechos, y el cariño que nos profesábamos pusieron las cosas en su lugar y esas
bocas no tuvieron más remedio que callar y me atrevería a decir que en más de
una ocasión avergonzadas.
Nuestros caminos siguen discurriendo unidos porque
nuestra amistad va mucho más allá de lo profesional, nos unirá el amor que
ambos sentimos por nuestro folclore, pero sobre todo nos unirá siempre el
cariño y el respeto que sentimos el uno por el otro y por nuestra labor.
Debuté
como monitora de folclore en el Centro deportivo militar de
Paso Alto en Santa
cruz de Tenerife en la última década del siglo XX, después de haber hecho
algunas prácticas sustituyendo a Diego en la Casa de Pisaca cuando tenía que
viajar. Un día llamaron a Diego para impartir clases allí y él no podía
atenderlas por no tener días libres, así que me recomendó y allí di mis
primeros pasos en lo que se convertiría en un futuro inmediato en mi nueva
profesión.
Más tarde llegarían los cursos de las asociaciones
de vecinos de El Tablado, Chamberí y Achamán en Los Gladiolos, los cuales me
permitieron consolidarme como monitora y aportaron a mi vida el dinero
necesario para vivir y cientos de momentos gratificantes.
Cuando impartía mis clases, tanto en esos momentos como después, me
sentí siempre una privilegiada por poder ganarme la vida haciendo lo que más me
gustaba hacer, bailar.
En el año 2002 Diego decidiría dejar de impartir sus
clases en la Escuela debido a sus
múltiples actividades, y me animó a presentarme a la selección del nuevo
profesor; aunque no tenía mucha fe en conseguirlo decidí seguir sus consejos y
me presenté aprobando la convocatoria y pasando a ser la nueva profesora de
bailes canarios de dicha entidad a partir del curso 2002-2003 y hasta su cierre
definitivo en el año 2008.
Le debo a mis años en la Escuela de etnografía y
folclore de Santa Cruz de Tenerife mi crecimiento personal, mi supervivencia
económica, y mi consolidación y promoción como folclorista, por lo que espero y
deseo que en tiempos no muy lejanos sus dirigentes decidan volver a abrirla y
permitir que otras personas que lo necesiten aniden entre sus paredes.
Si la vida hubiese sido generosa conmigo
económicamente Santa Cruz ya tendría la Escuela de folclore que merecería
tener, pero por desgracia no ha sido así y habremos de esperar por el erario
público para ello, ¡cuánta cultura y salud perdida en la espera!
Farutes del atlántico
Farutes del atlántico
El siguiente tramo de mi caminar en el folclore
canario se llamó: “Farutes del Atlántico”, uno de los grupos de mayor
relevancia para mí en el tiempo que estuve dedicada al folclore sobre los
escenarios.
Con la formación de la Asociación cultural Farutes
del Atlántico dio comienzo mi primer intento de hacer algo que yo consideraba
importante para consolidar mi proyecto personal de folclore, crear un colectivo
que aglutinara en torno suyo actividades de todo tipo creadas para promocionar,
divulgar y en definitiva disfrutar juntos de nuestras costumbres y tradiciones.
Un ambicioso proyecto lleno de dificultades que enseguida comenzó a tener
problemas, pero que iba avanzando día a día.
Nacería en el año 2006, al regreso de una gira por
tierras peninsulares con Festifolk España, donde participé junto a un nutrido
grupo de alumnos de la Escuela de etnografía y folclore de Santa Cruz de
Tenerife en diversos festivales, los cuales también me habían acompañado el año
anterior al festival internacional del Vendrell en Tarragona.
Los alumnos participantes en dichos viajes me
manifestaron su intención de seguir trabajando juntos y formar una agrupación
folclórica que tuviera continuidad en las islas. Sopesé los pros y los contras
de tal decisión dado que entre mis proyectos nunca había estado el de dirigir
un grupo pero…, eran mis alumnos y no pude negarme a ello. Mis únicas
condiciones fueron que no se formase sólo un grupo de folclore más, sino crear
un Proyecto de Asociación Cultural que abarcase diversos apartados y que el
director de cuerda del grupo folclórico fuese mi compañero Jonathan Galdeano,
con quien había elaborado los festivales de fin de curso de la Escuela de folclore
y sabía que trabajábamos muy bien juntos. Aceptaron las condiciones y a
principios de 2007 se formó un Comité organizador compuesto por 18 personas que
comenzaron a elaborar un proyecto de trabajo sólido y a la vez gratificante. Al
hilo de ese trabajo, en marzo de 2008 se consolidó la Asociación cultural
Farutes del Atlántico, con sede en la asociación de vecinos Ruyman del barrio
de la salud de Santa Cruz de Tenerife, quienes tuvieron a bien compartir sus
locales con este nuevo colectivo.
Emprendí ese trabajo con el mayor entusiasmo combinándolo
con mis actividades en la Escuela de Folclore, pero nada me parecía un
sacrificio dado que iba dando forma a mi gran ilusión.
Codo a codo con las personas que había reunido a mi
alrededor para poder hacerlo elaboramos un Proyecto: creamos unos Estatutos; iniciamos los
talleres de baile, para lo que centré todas mis clases en asociaciones de
vecinos allí; comenzamos los ensayos del grupo folclórico que más tarde
decidimos llamar “Farutes”; y dimos los primeros pasos encaminados a la
promoción y difusión de nuestro trabajo con la presentación del 11 de marzo de
2008.
En el artículo titulado: “Crónica de un día
especial”, Publicado también en el periódico La Opinión, se puede conocer la
ilusión y el trabajo que culminaba ese día.
“Crónica de un
día especial”
“¡Por fin llegó el gran día! Preparativos, nervios, ultimar detalles… “Que no falte
nada…” “Que todo el mundo se sienta como en casa…” “Que todos estén atendidos y
a gusto…” Prisas, carreras, ilusión, y un deseo inmenso de gustar a todos y de
pasarlo bien nosotros mismos.
Y se consiguió. Premio justo a tantas horas de
dedicación y esfuerzo.
Un acto tan familiar y entrañable no podía dejar sus
puertas cerradas hasta el inicio, por lo que los amigos fueron llegando y
acomodándose, siendo testigos de nuestro ir y venir ultimando detalles.
Mientras nosotros corríamos de acá para allá, ajustando el vestuario, dando los
últimos toques a la obra costumbrista que yo había creado para abrir el acto,
afinando instrumentos, etc. Nuestros colaboradores acometían también sus
funciones: Diego Felipe repasaba el guión de su presentación, Fernando Estévez
(primera voz de Los Huaracheros y compositor de la música) ensayaba por enésima
vez la canción que íbamos a regalar a Farutes ese día, Juan Pedro Rodríguez revisaba
el objetivo de su cámara de fotos, mientras las compañeras Pino e Isabel
sacaban fotos a los componentes del grupo en el exterior del edificio, Inés,
Pilar y Rosalía, preparaban el brindis para el público poniendo en cestas los
rosquetes de Lala, la del baile, o el gofio amasado de la otra Lala, la mujer
de Jaime el de la parranda.
Por fin, todo pareció estar listo dentro del horario
previsto, las luces del salón se apagaron, cada cual ocupó su sitio y dio
comienzo el acto.
Los actores escenificaron mi obra costumbrista, Pablo,
Diego, Carmen, Cande, Nicolás, Jesús y Fernando, fueron desgranando los
diálogos con ilusión y algo de nerviosismo en la voz. En el transcurso de la
misma, Fernando Estévez, cantó el tema que habíamos compuesto juntos para el
grupo: “Canto de alisio y bruma”, y que daba título al espectáculo de
presentación.
Al finalizar, las bailadoras de Farutes, acompañadas por
las compañeras del taller de baile, que habían ido a colaborar en el acto,
entraron desde el vestíbulo a los sones del Santo Domingo gomero, bailado
íntegramente por mujeres, tema que abría la primera parte que denominamos: “Un
paseo por las islas hermanas”.
A continuación, el grupo al completo interpretó:
Seguidillas de Lanzarote, Berlina de El Hierro, Folías de La Palma, Siote de
Fuerteventura y Seguidillas de Gran Canaria. Algunas de sus coplas habían sido
compuestas por María, miembro de la parranda.
En el intermedio, la junta directiva agradeció su
colaboración especial a Fernando Estévez, y la acogida de nuestro colectivo en
ese Centro a la Asociación de Vecinos Ruyman, y nombró a Diego Felipe, padrino
de honor del grupo folclórico que nacía ese día.
La segunda parte del acto, titulada: “El folclore de
Tenerife”, comenzó con la presentación de todos y cada uno de los componentes
de la agrupación, empezando por la parranda, dirigida por Jonathan Galdeano,
para continuar con el cuerpo de baile, dirigido por Luisa Chico, quienes fueron
entrando desde el vestíbulo mientras Diego Felipe presentaba el vestuario de
campesinos del siglo XIX que lucían todos para la ocasión. Seguidamente se
interpretaron los temas de Tenerife que cerrarían el acto: Tajaraste, Folías,
Tanganillo, Seguidillas e Isas. Temas que Farutes había desvinculado de las
formaciones enlazadas como: Tanganillo, Santo Domingo y Tajaraste o Folías,
Seguidillas y Saltonas, tan populares en las últimas décadas del siglo XX en
Canarias, y en cuya línea pretendían seguir trabajando, a medida que se fuesen
incorporando temas al repertorio, devolviendo así a cada baile su importancia y
su propia identidad.
El público llenó por completo el salón de actos de la
Asociación de vecinos Ruyman, disfrutando intensamente no solo del espectáculo
sino de las delicias que en varias ocasiones les ofrecieron las colaboradoras
del taller de baile, endulzándoles con rosquetes, gofio amasado, etc.
La intensa noche, finalizó como cualquier reunión de
amigos, que en definitiva era lo que se pretendía con ese ensayo abierto y
presentación, brindando por el futuro del grupo que nacía ese día, acompañando
ese vino con buena comida y baile hasta bien entrada la noche”.
“Canto de alisio
y bruma”
Desde la isla picuda subiendo al cielo
entre brumas,
llegan aires de folía y del Alisio
la espuma.
Su cadencia se va uniendo a seguidillas
dichosas,
cuyos últimos acordes se enlazan con las
saltonas.
ESTRIBILLO
Ya resuenan los timplillos y la alegre
pandereta,
acompañando al laúd cantan
guitarras esbeltas.
Saltan palabras al viento en voces de
cantadores,
que alejan del pensamiento tristezas y
sinsabores.
Canta canario con fuerza que tu voz
llegue hasta el cielo,
para arrullar los oídos de aquellos que
ya se fueron.
Aquellos que te dejaron la esencia de su
disfrute,
canta canario con fuerza que la retama se
asuste.
ESTRIBILLO
Ese día culminó el primer tramo del camino que
habíamos recorrido juntos hacía poco más de un año y seguíamos felizmente
unidos en un proyecto común que a todos nos hacia mucha ilusión, y en esas
fechas comenzamos a darle vueltas a la idea de organizar un gran festival donde
dar a conocer el grupo y la asociación al público en general.
Lástima que con el paso del tiempo nuestros caminos
se desvincularan por causas que aún hoy muchos no llegamos a comprender, pero
un triste día de junio del año 2009 me vi con una carta de despido en la mano
que me entregaban las personas a las que les había dado todo cuanto era dentro
del folclore canario. Dos años de intenso trabajo y dedicación se vieron
recompensados con ella y el dolor fue tan penetrante, y la decepción tan grande,
que ese mismo día habría dejado el mundo del folclore si no hubiese sido
necesario seguir impartiendo mis clases para poder sobrevivir. Por lo que recogí
mis talleres de baile y me fui con ellos a otro lugar. Guardé mi proyecto
de folclore en el baúl de los intentos frustrados, puse mi corazón a buen
recaudo y continué mi viaje. Nadie dijo que el transitar por la vida fuera
fácil, pero tampoco nos dotaron de un manual de instrucciones que nos ayudase a
no cometer errores, mi mayor error dentro del folclore canario tiene nombre
propio. “Farutes del Atlántico”. A Dios gracias su menosprecio a mi trabajo y
dedicación exclusiva no me impidió seguir trabajando en pro de lo que tanto
amaba, pero debo reconocer que me quitó las ganas de participar en muchas cosas
estrechamente unidas a él por bastante tiempo. Me alegro también de haber
sabido separar entonces mi frustración personal de la profesional y no haberles
negado nunca un espacio a mi lado cuando ha sido necesario, de hecho fueron los
avalistas de la publicación del libro Nuestros bailes paso a paso y
compartieron con nosotros las labores de presentación del mismo a pesar de los
acontecimientos narrados.
Un día, cuando ya el dolor se había mitigado, pude
comprender que no todo el colectivo tenía la culpa de lo acontecido, aunque a
veces el silencio puede doler tanto como las palabras o los hechos, y una vez
que me distancié pude personalizar en aquellos que habían potenciado un hecho
en el que habíamos perdido todos y eso fue lo que me ayudó a pasar página. Un
par de años más tarde pude por fin aceptar una invitación de algunos compañeros
a compartir con ellos el encuentro de amigos del folclore que celebran con
carácter anual, y que como tantas otras cosas se celebraba por iniciativa mía,
sin que me hiciera daño volver a compartir el espacio donde tantos buenos
momentos había vivido, y poder recibir el cariño de los compañeros que a esas
alturas de la historia seguían preguntándose qué había pasado para que yo no
estuviera con ellos, algo a lo que nunca pude responder porque yo misma
desconocía los motivos reales.
Al marcharme se puso al frente del cuerpo de baile
y los talleres el padrino del grupo y mi amigo Diego Felipe, al cual animé a
aceptar la proposición de la directiva puesto que sabía que él respetaría mi
trabajo. Y a día de hoy, lo que no saben los componentes del grupo es que esto
fue así, y que incluso algunas de las actuaciones y viajes que han conseguido
los he propiciado yo desde la retaguardia. Por suerte supe separar a tiempo mi
decepción personal con algunos miembros del colectivo de mi profesionalidad y
hoy por hoy me siento orgullosa de no haber permitido que emponzoñaran mi
corazón hasta el punto de querer devolverles el dolor.
Farutes del Atlántico es uno de mis hijos descarriados,
pero será eternamente un hijo muy querido por mi y de cuyos éxitos me alegraré
siempre que tenga noticias.
De vuelta a los escenarios con Tajaraste
Logo diseñado por mi para el grupo
Los tres años en Azorín
La siguiente etapa por el sendero del folclore
canario transcurriría durante tres años en la Asociación de vecinos Azorín de
Santa Cruz de Tenerife.
Con el corazón herido y las decepciones a flor de
piel, pero arropada por el cariño y el respeto de los alumnos que me habían
seguido hasta allí, comencé en julio del 2009 a impartir mis clases
de baile a un numeroso grupo de personas ansiosas por saber bailar cada día un
poco más y mejor.
Don Juan, el presidente por aquel entonces de dicha
asociación, me lo puso muy fácil desde el primer momento, por eso quizá le cogí
un enorme cariño y sentí mucho su fallecimiento poco tiempo después, aunque sus
sucesores siempre mantuvieron las puertas de la sede abiertas a mis clases.
Los años que estuve en Azorín fueron años duros
para mi, tanto a nivel profesional como personal, sólo el cariño de los
alumnos, que poco a poco se iban convirtiendo en amigos, mantuvo mi curso en
pie, así como mi cordura y mi tesón.
Conseguí mantener al grupo de alumnos unidos
creando en esas clases un ambiente distendido y amistoso, lo que resultó un
filtro que sólo consiguieron atravesar los que buscaban en ellas un rato de
ocio y diversión mientras que aquellos que ansiaban protagonismo o destacar
como bailadores buscaron pronto otros rumbos.
Llevando poco más de un año en Azorín surgió un
día, sin esperarlo, la idea de comenzar a crear de nuevo un proyecto de
folclore similar al que había iniciado en Farutes del Atlántico. Unos amigos
del sur, que en esos momentos no bailaban en ningún grupo, me propusieron crear
un cuerpo de baile para actuar en hoteles y demás. Al principio dije que no,
que los escenarios ya no eran para mí y la responsabilidad de un grupo todavía
menos, aún pesaba sobre mis hombros la decepción vivida hacia poco.
Pero ese gusanillo, que siempre me impulsa a meterme en líos, comenzó a rondar por mi cabeza, y durante los meses del verano siguiente me senté a dar forma a un nuevo proyecto de asociación cultural que englobara ese cuerpo de baile que pasó a llamarse Bailadores de Tenerife, festivales de folclore y muchas inquietudes más. Parte de ese proyecto era también crear un grupo de baile compuesto sólo por mujeres, algo que a mi siempre me había hecho ilusión, cuyo nombre sería Tamasmas y con el que montaríamos espectáculos de baile con un enfoque distinto. Y tratando de echar a andar ambos grupos comencé a contactar con gente conocida que en principio me dijeron, la mayoría, que estarían encantados de formar parte de un proyecto innovador y diferente a lo que hasta ahora venían haciendo.
Pero ese gusanillo, que siempre me impulsa a meterme en líos, comenzó a rondar por mi cabeza, y durante los meses del verano siguiente me senté a dar forma a un nuevo proyecto de asociación cultural que englobara ese cuerpo de baile que pasó a llamarse Bailadores de Tenerife, festivales de folclore y muchas inquietudes más. Parte de ese proyecto era también crear un grupo de baile compuesto sólo por mujeres, algo que a mi siempre me había hecho ilusión, cuyo nombre sería Tamasmas y con el que montaríamos espectáculos de baile con un enfoque distinto. Y tratando de echar a andar ambos grupos comencé a contactar con gente conocida que en principio me dijeron, la mayoría, que estarían encantados de formar parte de un proyecto innovador y diferente a lo que hasta ahora venían haciendo.
Pasé tres meses trabajando intensamente y codo a
codo con Isabel González para ir dando forma a la idea y atar todos los cabos,
pero cual no sería nuestra sorpresa cuando al llegar el mes de octubre, fecha
que habíamos establecido para comenzar los ensayos, aparecieron sólo un tercio
de las personas que se habían comprometidos con nosotras. De pronto, el
fantasma de lo acontecido recientemente me aplastó como una losa de nuevo y me
pregunté si no me estaba equivocando otra vez. Llamé a todos y cada uno de los
no asistentes al ensayo encontrándome con que habían cambiado de opinión, y sin
pensarlo dos veces, por temor a que volvieran a hacerme daño y de paso a dañar
a los que si creían en el proyecto, lo cancelé y la asociación cultural Orijama
dejó de existir antes de ser una realidad. Archivé mis ideas y mis ilusiones,
disponiéndome a dedicar mi tiempo sólo a lo que aún me resultaba gratificante
dentro del folclore, la enseñanza de nuestros bailes. Aún así volvería
impensadamente a los escenarios meses más tarde. La vida no siempre discurre
por los caminos que uno busca o espera.
De mis clases en Azorín conservo muchos momentos felices, pletóricos de amistad y cariño. Al finalizar el curso 2012-2013 informé a mis alumnos que me trasladaba a Gran Canaria por trabajo y que sería el Maestro, Diego Felipe, quien seguiría impartiendo esas clases en mi ausencia. No fue sencillo alejarme de la gente que quería pero en aquel momento no podía hacer otra cosa si quería seguir viviendo de mi trabajo.
De mis clases en Azorín conservo muchos momentos felices, pletóricos de amistad y cariño. Al finalizar el curso 2012-2013 informé a mis alumnos que me trasladaba a Gran Canaria por trabajo y que sería el Maestro, Diego Felipe, quien seguiría impartiendo esas clases en mi ausencia. No fue sencillo alejarme de la gente que quería pero en aquel momento no podía hacer otra cosa si quería seguir viviendo de mi trabajo.
De vuelta a los escenarios con Tajaraste
En la Navidad del 2010 la vida me daría un nuevo
revés que me llevaría a volver a los escenarios buscando sentirme arropada por
mi gente, las personas que se dedican casi profesionalmente al folclore, entre
los que durante muchos años se encontraban mis principales amigos. Necesitaba
una actividad que me sacara de casa y decidí volver a bailar con un grupo de
folclore que ensayase en Santa Cruz, por lo que toqué en la puerta de una de
las principales agrupaciones del municipio y de la propia isla, Tajaraste, ofreciéndome como bailadora
si lo consideraban oportuno dado que allí también corrían tiempos de cambios y
además entre sus componentes tenía algunos amigos y conocidos. Al mes siguiente,
en cuanto se retomaron los ensayos pasadas las fiestas navideñas, me incorporé
a su cuerpo de baile volviendo a vivir intensamente el mundillo artístico de
nuestro folclore, sólo que en esta ocasión lo hacía en lo más alto del mismo.
Los ensayos, las actuaciones y el ambiente de
camaradería que viví allí me ayudaron mucho en mi problema personal,
emocionalmente me sentía arropada y querida y eso ayudó a paliar mis carencias
personales. Además volver a los escenarios con Tajaraste me permitía mirar desde arriba a los que un día
menospreciaron mi labor y eso también ayudó a curar mis heridas.
Tuve el privilegio de debutar con
el grupo en las fiestas patronales de mi ciudad, las fiestas de mayo de Santa
Cruz. Este día quedará por siempre grabado en mi memoria.
Pero los años no pasan en balde, y mis problemas de
salud eran cada vez más frecuentes y el no poder cumplir con los ensayos y actuaciones
era para mí un auténtico calvario. Cada sesión de ensayo se convertía en un
suplicio para mi organismo al día siguiente, por lo que a principios del 2012
decidí retirarme definitivamente de los escenarios. Por
otro lado estaba mi profesionalidad, que me indicaba que ya no daba el nivel
requerido por un grupo de esa envergadura y al que no quería perjudicar
manteniendo en sus filas, solo por amistad, a una bailadora que no podía dar la
talla.
Una vez tras otra ellos insistieron en que no lo dejase del todo, de
hecho consiguieron convencerme para hacer coros con la parranda y accedí a
probar, pasando los últimos meses de pertenencia al grupo cantando, algo que
siempre me había hecho ilusión y nunca había probado a hacer, pero al final se
impuso la cordura y me despedí del grupo al regreso del único viaje que realicé
con ellos, a la romería de Vegueta en Gran Canaria, sintiendo que dejaba
jirones de mi corazón entre las paredes sin ventanas que arropaban nuestros
ensayos.
Distintos caminos, diferentes personas
No puedo cerrar el capítulo de mi vida como
profesora de bailes canarios sin dejar aquí constancia de otros buenos momentos
compartidos en distintos cursos más o menos duraderos en el tiempo. Desde que comenzara
con mis clases en el Club deportivo militar de Paso alto, hasta este momento,
han pasado quince años y muchos cursos impartidos aquí y allá.
Paso
alto fue mi primer destino como profesora de baile y allí estuve dos años,
alternando esas clases con otros cursos en la asociación de vecinos de
Chamberí, en Santa Cruz, y de El Tablado en Güímar. Dichos cursos me sirvieron
para practicar mis dotes de docente procurando transmitir todo lo que yo había
aprendido en años anteriores.
Luego centré mi trabajo en la asociación de
vecinos Achamán de Los Gladiolos, en Santa Cruz, donde estuve siete años más y
donde consolidé mi sistema de enseñanza.
En los seis años siguientes impartí mis clases
en la asociación de vecinos Ruymán del Barrio de la Salud, durante tres años, y
otros tres en la de Azorín, ambas de Santa Cruz, de los que ya he hablado
detalladamente en los capítulos de Farutes y Azorín.
En todos y cada uno de esos cursos hice amistades
que aún hoy siguen a mi lado. Viví momentos increíbles, la mayoría muy
positivos, y me formé como lo que algunos denominan monitora de baile y mis
alumnos llaman profesora de bailes tradicionales canarios. En todo caso, mi
mayor orgullo por esta actividad y dedicación está en poder transmitir con la
mayor rigurosidad posible el legado de nuestros mayores.
Mención aparte merecen los cursos que impartí
en la asociación de maestros jubilados Pablo Fraire, de efímera vida por la
falta de interés de los asociados, y los dos cursos impartidos en la
Universidad de mayores de Santa Cruz de Tenerife. De este último guardo un
grato recuerdo. Además de los cursos de bailes de Tenerife que durante años he
venido impartiendo en la isla de Gran Canaria: Varios cursos en Carrizal de
Ingenio, organizados por la agrupación folclórica Guayadeque, a la que me une
una gran amistad.
Uno en la Villa de Agüímes, organizado por la
desaparecida agrupación La Zafra, que contribuyó a que yo me enamorase de ese
municipio.
Y el más reciente para directores de
grupo o profesores de baile y de bailadores organizados por la agrupación
folclórica Faro de Maspalomas en dicho municipio.
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En Tenerife mi último curso de bailes lo
daría en el municipio de Adeje, en unas Jornadas dedicadas a los bailes de Gran
Canaria y del estilo propio de El Escobonal, Tenerife, que impartiríamos mi compañero
Jorge Guzmán y yo.
Espero no haberme olvidado de nadie porque todos y
cada uno de esos eventos han contribuido a enriquecerme como profesional y como
ser humano.
Gran Canaria 2013
A caballo entre el 2012 y el 2013 llegaron los
nuevos retos. Ilusionada con poder ampliar mis horizontes
profesionales y dar todo de mí, antes de jubilarme, me trasladé a trabajar a
Gran Canaria, concretamente me fui a vivir al municipio de Agüimes en
el sureste de la isla redonda.
Gracias a la generosidad de uno de los grupos de
este municipio, la Villa de AGüímes, que me
cedió desinteresadamente sus locales de ensayo para impartir mis
clases y comenzar allí mi andadura, y a la Federación de Folclore de Gran
Canaria que tuvo a bien organizar dos cursos de bailes de Tenerife para
monitores y bailadores, al que asistieron veinticuatro y cuarenta y siete personas
respectivamente, mi labor en Gran Canaria comenzaba con buen pie.
En Gran Canaria daría mis últimas clases de bailes
canarios, para la Federación de agrupaciones de folclore de Gran Canaria, en
Carrizal, Guía y Tamaraceite. Unos
cursos saturados de gente deseosa de acercarse un poco más al folclore de otras
islas, cuyo interés y entusiasmo volvieron a llenar mis depósitos de ilusión
por el folclore, parcialmente agotados por los últimos avatares acaecidos en mi
vida.
Todo iba sobre ruedas hasta que el frío de Agüimes,
al que yo no estaba acostumbrada, se sebo con mis
pulmones regalándome una bronquitis aguda que duró los dos primeros
meses del año impidiéndome trabajar. Tanto tiempo de inactividad me hizo
reflexionar sobre mi futuro inmediato, llegando a la conclusión de que mi salud
era lo primero, y con ello llegó la idea de volver a casa y jubilarme antes de
lo previsto. En abril del 2013 regresé a las faldas del Teide con mi equipaje
lleno del cariño de los canariones que tanto me habían ayudado y arropado en
aquellos meses.
Mi actividad como profesora de baile había terminado,
mi espalda y mis bronquios ya no atendían a razones y no quiero perjudicarlas
aún más.
El Sendero de Orijama
En octubre del 2013 mi nuevo estado de
inactividad casi total por poco me lleva al filo de una depresión. Siempre supe
que a una persona activa no se la podía parar de pronto sin que ello tuviese
alguna consecuencia, pero en esos meses lo comprobé en primera persona.
Por ese motivo y porque en mi interior siempre está
bullendo el gusanillo del folclore, en el inicio del otoño la idea de retomar
aquel sueño de asociación de bailadores canarios llamada Orijama volvió a tomar
forma en mi mente y en la de los compañeros de mi entorno. Ahora disponía de
todo el tiempo del mundo y esa actividad, en teoría, no requería mucho esfuerzo
físico.
Entre octubre y diciembre trabajamos para configurar el formato de nuestro nuevo Proyecto que pasó a llamarse Sendero de Orijama y vio la luz pública en enero del 2014 en el municipio de Santa Brígida, en Gran Canaria.
Entre octubre y diciembre trabajamos para configurar el formato de nuestro nuevo Proyecto que pasó a llamarse Sendero de Orijama y vio la luz pública en enero del 2014 en el municipio de Santa Brígida, en Gran Canaria.
Acompañada por más de 30 bailadores de las islas,
la mayoría alumnos míos en algún momento de la historia, que conformaron un
excelente equipo de coordinadores con ganas de trabajar, iniciamos nuestro
transitar por los senderos de las islas captando socios que reforzaran un
proyecto que en aquel momento consideramos necesario para elevar la figura del
bailador canario, tantas veces ninguneado en los eventos y medios de
comunicación, al nivel que considerábamos que merecía el trabajo desinteresado
de tantos cientos de personas en las islas a través del tiempo.
En poco tiempo la respuesta del pueblo canario,
consciente de la dejadez de nuestros gobernantes por la potenciación y
divulgación de nuestro folclore autóctono, se hizo patente, y las puertas se
fueron abriendo una tras otra. No quiero decir con ello que no nos fallara a
veces el apoyo de algunas instituciones o personas en las que confiábamos,
seguramente por no entender bien la finalidad del Proyecto a pesar de la
transparencia del mismo, pero afortunadamente estos fueron la minoría e incluso
sus zancadillas nos sirvieron de acicate reforzándonos en la idea de la
importancia real de nuestro Proyecto.
A lo largo del año se fueron uniendo a Orijama las
islas de Gran Canaria, Tenerife, La Palma, El Hierro y La Gomera, llegando a
tener a finales de año 528 socios, todos bailadores de nuestra tierra.
También las televisiones canarias se hicieron eco
de nuestra petición de mayor presencia del baile en sus programas de folclore,
lo cual nos llena de orgullo puesto que significa un paso adelante muy
importante en nuestras reivindicaciones.
Un año intenso y pletórico de trabajo que puso el
broche de oro a mi actividad dentro del mundo del folclore, a pesar de que
tanto estrés y trajín por las islas ha vuelto a dejar tocada mi delicada salud.
Ahora me puedo retirar en paz porque sé que he devuelto al pueblo canario todo
lo que él tan generosamente me aportó a lo largo de todos estos años.
El Sendero de Orijama sigue adelante con otros
compañeros al frente, pero yo me apeo del barco en la Navidad del 2014. A partir de ahora vuelvo a dedicar todo mi
tiempo a escribir y disfrutar de nuestras tradiciones como espectador. Atrás
quedan mil vivencias y un gran bagaje de gratificantes experiencias que
formarán por siempre una parte importante de mi historia personal, esa que hoy
he querido compartir con la gente que quiero y aprecio.
Mil gracias a todos los que supieron estar a mi
lado en cada momento de esta historia contada hoy en primera persona. Nada de
esto hubiera sido posible sin la ayuda y el cariño de tanta gente a lo largo de
todas y cada una de las islas. Me siento afortunada por tener los amigos que
tengo, siempre estarán en mi corazón, incluso aquellos que un día se
distanciaron sin saber a día de hoy muy bien porqué, nada podrá impedir que yo
atesore el maravilloso recuerdo de los buenos momentos compartidos.
Es muy difícil tratar de sintetizar
más de veinte años en el folclore en unas cuantas páginas, pero lo he hecho con
la mejor voluntad del mundo aunque soy consciente de que se quedan muchas
vivencias en el tintero. Por ahora
sólo un mensaje más que dejo aquí acompañado por el logo que diseñó mi gran
amiga, y mejor artista, Amanda Gutiérrez para identificar mi trabajo como
folclorista:
“Cumple tus sueños. Yo lo hice y sigo soñando”
http://www.bienmesabe.org/noticia/2015/Marzo/luisa-chico-y-el-folclore-canario
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